A los amigos de los barrios, los amores y las revoluciones

Eduardo Lucio Molina y Vedia
eduluc_2000@yahoo.com.mx

Adolesciendo

Éramos jóvenes y nos seducía la desdicha
Jorge Luis Borges


Un día cualquiera, uno de esos días adicionales en que se recorre el pasado y se supone el porvenir, cuando nuestra anterior vida lógica se transforma repentinamente en momentos de un lúcido y monstruoso auge del pensamiento, nosotros vemos que nos faltan deseos.
Intentamos entonces frágiles e inoperantes defensas contra el escepticismo que nos invade, regular e inflexible, como una inundación, o como una lenta enfermedad cuyo curso conocemos y nos es imposible detener. Tratamos de apasionarnos, pero es inútil, porque el fervor nos abandona y la razón es una llaga abierta que nos obliga a buscar un alivio que no existe y que cuando venga, si llega, lo hará solo.
Y es entonces que prolongamos nuestras horas sin fe, suicidas de alegría triste y angustia ingenua, con la secreta esperanza de ser engañados y la desmoralizadora certeza de nuestra invulnerabilidad, nosotros, que sin creer en nada, en realidad creemos en todo.
En esos días inhumanos, negativos, en esos días en que las noches nos encuentran tristes y heridos, acosados de cultura, con la respiración del alma fatigada y la mirada sucia de ver tantas imágenes y buscarles su inexistente sentido, ocurre lo de siempre. La razón se destruye a sí misma, y sobrevienen las contradicciones. Esto no es evitable.
Todos somos iguales, yo y mis amigos, y es un tema analizado. Integra "la problemática contemporánea".
A veces, en noches de hastío terribles, nos destrozamos mutuamente en amargas conversaciones tortuosas.
Las cosas suceden más o menos fuera de nuestro control. Yo me controlo bastante, sin embargo, y eso me permite ciertas ingenuas decisiones de orden secundario, aunque supongo que lo sustancial lo hacemos, pero no lo decimos.
Me doy cuenta que estoy por llegar a una contradicción, porque todas las afirmaciones se incluyen a sí mismas. Y ahí está el problema. Si no supiera todo lo que iba a suceder me hubiese preguntado si el pensamiento de que actuamos pero no elegimos me pertenece a mí, o depende de poderes que escapan a mi control, y así sucesivamente.
Sartre dice que la vida comienza más allá de la desesperación, pero más allá de la desesperación no comienza nada. Sólo una estéril e incrédula sucesión de ensayos, triste y afanosa, sin sentido.
Un amigo me preguntó un día qué inconveniente había en no buscarle significado a las cosas. "Lo que te pasa -me dijo- es que tenés nostalgia de sentido. Es algo histórico. Antes todo debía tener sentido. Ahora sólo queda una cierta nostalgia." Yo le dije que lo que él estaba haciendo era buscarle un sentido, aunque fuera histórico, como hecho que sucede en orden al proceso de las transformaciones de la cultura, a lo que llamaba no intentar el significado de las cosas. Me dijo que él tampoco creía en la validez de sus argumentos.
Entre nosotros solemos hacer estas experiencias. Los resultados son parecidos.
Dije que las cosas suceden más o menos fuera de nuestro control. Un día nos tienta una paradoja, un tanto desafiante e irónica, y nos acercamos a ella indefensos, y como todavía nada nos apremia, no hay motivo para que nos interese, hasta que todo se hace más dramático y decisivo. Entonces ya no es posible volver atrás. La huida debe ser hacia adelante, pero no hay adelante.
En una película de Ingmar Bergman un profesor le pregunta a cierto alumno: "¿Por qué no se suicidó?" Y éste le responde que tiene miedo. "Todavía le queda una solución -le dice el profesor-, tal vez la menos dramática. Aún le asiste a usted un derecho. Conocerse a sí mismo." El muchacho lo mira, mientras el profesor se dirige a dictar su clase, y lo detiene para preguntarle qué lámina necesita. "La número 52", es la respuesta. Son muchas las que están colgadas en el gabinete. Llenan enteramente la pantalla. Y la película finaliza mientras el estudiante va apartando una y otra con la cabeza inclinada para observar la numeración.
Lo que dijo el profesor es que conocerse a sí mismo quizá sea la solución menos dramática, pero no se trata de mayor o menor dramatismo. No hay cuestión de grados. Hay una cuestión de existencia. Y, por otra parte, la lámina 52 tampoco aparece, ni representa mucho.
Mientras tanto todo ocurre sin muchas variaciones. Se tiene cierta sensación de provisoriedad, de realizar sólo actos circunstanciales, demasiado rectificables.
Y se suceden sin cesar, con infalible monotonía, las distintas versiones multifacéticas de esa angustia vana y decadente. De ese sentimiento irremisible, poco discriminado, que se va convirtiendo con el tiempo en una amarga costumbre del alma.
Siempre es un alivio intentar expresarlo, darle forma, tratar de pulirlo. Presenta ciertos problemas estéticos. Es una manera de distraerse.
Pero acabo de darme cuenta y no sé que consecuencia tendrá esto.


Resistencia, Territorio del Chaco, República Argentina, 1958.

No hay comentarios:

Acerca del autor

Acerca del autor

Biobibliografía

Eduardo Lucio Molina y Vedia (Buenos Aires, 1939), como otros muchos escritores, viene del periodismo. Éste, su primer libro, reúne textos elaborados durante las últimas dos décadas. Incluye desde cuentos hasta los autorretratos femeninos de la sección “Galerías” y un ejercicio de mimesis borgiana, Vindicación de El nombre”, sugerido por un curioso episodio con motivo del día de los inocentes de 1984. Molina y Vedia inició su trayectoria en 1958 en “El Territorio” de la ciudad de Resistencia y ocupó en Buenos Aires jefaturas de sección en el semanario “Primera Plana” y el diario “La Opinión”, entre otras publicaciones. En México desde 1977, colaboró en periódicos y revistas, tradujo una veintena de libros, dirigió “le Monde diplomatique en español”, se desempeñó como corresponsal de la agencia Inter Press Service y fue jurado en 1983 del Premio de Traducción Literaria Alfonso X. Algunos de sus cuentos fueron publicados en la revista argentina “Utopías del Sur” y en las mexicanas “Plural”, “Topodrilo”, “El Alfil Negro”, “Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México”, “Filo rojo” y “Andamio”, así como en una plaquette de Editorial Mixcóatl.